Tumbas rotas by Liliana Escliar

Tumbas rotas by Liliana Escliar

autor:Liliana Escliar [Escliar, Liliana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2020-03-10T16:00:00+00:00


Francisco pliega la sábana con cuidado. Destapa al muerto de a poco, respetándole la vergüenza.

El hombre esmirriado yace desnudo en la camilla. En la piel curtida como un cuero secado al sol, Diana cuenta uno, dos, siete orificios de bala muy juntos. Van desde el centro del pecho hacia la espalda. Sin embargo, la expresión no es de dolor, sino de pena y sorpresa.

—Cinco de los seis cuerpos tienen orificios de entrada estrellados y de frente con lesiones penetrantes del tórax. Este no. Fijate que los orificios de entrada son ojalados. En el momento del ataque, estaba alejado del grupo y de espaldas al atacante. Todo indica que giró así —Francisco esquiva la camilla con el cuerpo del muerto y se para frente a la fiscal. La toma de los hombros y gira el torso de ella hacia él.

—Justo así —dice.

En la torsión, Diana siente una puntada a la altura del bazo. Piensa que debería volver a hacer ejercicio. Huele la loción para después de afeitarse y el primer beso en una morgue está bien, muy bien.

—Hay que trabajar, doctor —Diana se separa de Francisco—. ¿Qué hay de las huellas digitales?

—No hay —Francisco vuelve al otro lado de la camilla. Espera que el muerto le dé una mano para ocultar la erección irreductible—. Están borradas, en los seis. No parece intencional, sino que todos han trabajado con algún químico que les ha quemado la yema de los dedos. Ya he enviado una muestra al laboratorio y veremos de qué se trata. Además, el técnico que trabajó en la escena encontró esto —Francisco muestra una foto de su celular. Embolsada en un plástico transparente, hay una tirita de papel mínima roída por la humedad y los insectos.

—Parece el borde de un volante.

—No. Según me dice, tiene el dorso engomado. Cree que es algún tipo de etiqueta. Encontró una huella parcial también. Tal vez nos lleva a quien escribió esta nota.

Cabeza con cabeza, ambos miran los restos del número, seguramente un teléfono, escrito en lápiz y con números redondos, de niño o analfabeto.

—Si asumimos que acá había un seis, y luego un cuatro, tal vez el teléfono es de Tarija, en Bolivia. Acá nomás.

Una etiqueta, una huella parcial y un número de teléfono incompleto es todo lo que tienen para empezar a buscarles un nombre a los muertos.

—Y las manos quemadas.

—Las manos quemadas.



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